La Mariposa Monarca es una de las especies más queridas por los mexicanos, pues no sólo son hermosas, son el alma de los antepasados que traen mensajes divinos.
Por: Enrique Serna / Foto: Especial.
Ciudad de México, viernes 1 noviembre 2024.- Cada año con la llegada del invierno el centro de México, en especial la elevada colindancia boscosa entre Michoacán y el Estado de México, se convierte en un cálido refugio digno de la realeza lepidóptera, que con sublimes y vigorosos aleteos recorre más de cuatro mil kilómetros desde Canadá para llegar al Santuario de la Mariposa Monarca, sitio de tradición y misticismo ancestrales, que forma la identidad de un pueblo.
Catalogada como Patrimonio Natural de la Humanidad, la región que comprende más de diez demarcaciones en ambos estados se reviste de naranja y negro entre los meses de octubre y marzo, cuando las mariposas llegan para protegerse del frío invernal, reproducirse y retomar el vuelo hacia el norte una vez que el clima es más agradable para sus frágiles cuerpos.
Visitar el, o los numerosos Santuarios de la Monarca requieren de cuidados especiales pues los preciosos visitantes requieren paz, quietud y silencia para no perturbar su estancia, que además de convertirse en un atractivo turístico de la región, representa una profunda conexión de las culturas originarias con sus raíces ancestrales.
Las comunidades originarias de la zona; Otomíes, Mazahuas, Matlatzincas, Purépechas y Tarascos, consideraban que la temporada era de las más simbólicas en su cosmovisión, tal vez por la cercanía con la celebración del Día de Muertos, creían que las mariposas eran el espíritu del bosque y las almas de los difuntos, que con sus policromáticos vuelos traían mensajes de los dioses y venían a cuidar de quienes permanecían en este plano.
Según la tradición, las mariposas que desfallecían eran consumidas por los pobladores en un emotivo ritual pues de esta forma adquirían la sabiduría ancestral de sus antepasados. En algunos sitios son recibidas con ofrendas de cera, flores y copal.
Y es que las mariposas que salen de Canadá, conocidas como “súper generación” nunca regresan; una vez que se reproducen en nuestro país dan su último aleteo y dejan el destino de la especie en las alas de otra generación que en la primavera volará hasta el sur de Estados Unidos, donde se repite el ciclo y una tercera generación es la encargada de llegar de nuevo a tierras canadienses.
° Este texto se publicó originalmente en la edición septiembre-octubre de First Travel Magazine.
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